Si quieres hacer buenas fotografías esto es algo que deberías grabarte a fuego y en mayúsculas: las imágenes crean historias. Y las historias nos evocan emociones.
Ese es el corazón de una fotografía. Para dar alma a una foto debemos atrapar en su interior un pequeño fragmento de historia para conseguir provocar la emoción en el observador. Tan fácil y tan complicado como eso. Capturar una historia.
Una imagen, ya sea física o mental, tiene un gran poder sobre nuestro pensamiento y la capacidad de generar emociones. A veces de forma inconsciente. Pero aún así ha generado una respuesta en nuestro cerebro.
Cuando vemos una película el color de la luz, los elementos que componen la escena, el personaje y la música nos sitúan en un momento concreto de la historia y nos hacen saber qué está ocurriendo en ese instante generando una emoción.
De igual forma, cuando leemos un libro, la información generada por las palabras que describen lo que está ocurriendo provoca la generación de una imagen mental de la historia en nuestra cabeza, generando así una serie de emociones.
Lo mismo ocurre con una fotografía: la luz (oscura o clara, el tono…), los colores (fríos o cálidos), los props (vintage o modernos o de madera…), la composición (que guía nuestra mirada), el ángulo (frontal, flat lay, 45º)… Todo conforma una historia en nuestra cabeza y esa historia nos genera una emoción.
Y ahora prepárate porque voy a decirte la primera clave para hacer fotografías inolvidables: pensar qué historia vas a contar es lo primero que deberías pensar cuando quieres hacer una fotografía.
Y te preguntarás por qué.
Pues bien, porque eso te indicará qué fondos vas a utilizar, qué props necesitarás, cómo tendrás que modificar la luz para transmitir eso que quieres inspirar, y todo el estilismo de la foto. En otras palabras, es el esqueleto de tu fotografía. Es el esqueleto de una buena fotografía.
Y como vas a ver a continuación, aquí empieza todo.