"PASTEL DE PERAS Y CHOCOLATE"
Los bodegones del Barroco, un poquito de cardamomo y la desconfianza en las recetas nórdicas
Me encanta el Barroco. A mí dadme un bodegón de fruta podrida y copas de vino en claroscuro, con sus insectos y flores muertas y todo el drama, y que se quiten del medio las Venus navegando en preciosas conchas blancas sobre la espuma del cristalino mar en un caluroso y resplandeciente atardecer de verano.
Siempre he pensado que el Barroco fue el movimiento más necesario y natural en la evolución del Arte. El Hombre no conocía el sufrimiento y el dolor, con mayúsculas, hasta que llegaron maestros como Hendel, Vivaldi o Bach, Caravaggio, Rembrandt y Velázquez. No habíamos exteriorizado nunca ese tipo de sentimientos sin ningún pudor. En las piezas musicales de la época los violines y los chelos lloran como si les arrancaran la piel a tiras, las arias se llenan de suspiros, asfixiantes lamentos y agudos chillidos y los tambores anuncian en los réquiem que lo peor está siempre por llegar. En la pintura se retratan pálidos niños callejeros enfermos, ancianos agonizando en sus sucias camas con sus caras retorcidas de dolor, nos muestran amputaciones bárbaras, decapitaciones sanguinolentas a diestro y siniestro y todo un extenso catálogo de cuerpos con miembros deformados.
Os parecerá todo muy macabro, pero no me mal interpretéis. Si por algo me gusta el Barroco es porque su lenguaje apela directamente a nuestras vísceras, a nuestros sentimientos y emociones. Nos muestra la realidad de manera tenebrosa, dura y dramática, golpeándonos en el estómago para remover nuestras conciencias. Nos recuerda que las flores y las frutas son coloridas y fragantes, pero se pudren. Que los niños, inocentes e ignorantes, también enferman y sufren los crueles envites de la vida. Que ni la plena juventud ni la pálida belleza son eternas. Que también hay soledad en la vejez y asquerosa fealdad y que la muerte nos acecha de forma continua e indiscriminada bajo múltiples formas.
En un ataque de inspiración he querido sentirme como Caravaggio y regalaros un bodegón Barroco. Pero sin animales muertos y sin miembros amputados, claro. Y entonces recordé que en alguna parte tenía la receta de un pastel de origen nórdico con peras y chocolate. Lo curioso de este pastel es que se hornea con las peras enteras, cosa que, en principio, me causó estupor y cierta desconfianza. Así que recuperé la receta de una de mis gastadas libretas de apuntes de cocina dispuesto a probar este estrambótico pastel. Ahora soy yo quien, sin duda alguna, os recomienda que lo probéis.
“PASTEL DE PERAS Y CHOCOLATE”
Para un molde de cake de 25 cm
Ingredientes:
200 gr de harina
25 gr de cacao en polvo desgrasado sin azúcar
1 cucharadita de cardamomo (unas 10 vainas si las machacáis vosotros mismos)(también podéis sustituirlo por mezcla de especias, canela o jengibre)
10 gr de polvo de hornear
150 gr de mantequilla a temperatura ambiente
100 gr de azúcar
85 gr de azúcar moreno
1 cucharadita de vainilla
3 huevos
75 gr de leche
3 peras pequeñas/medianas
Método:
Tamizar en un bol la harina, el cacao, el cardamomo, el polvo de hornear y un pellizco de sal. Reservar.
Batir la mantequilla con los azúcares y la vainilla a velocidad media alta unos 5-8 minutos hasta obtener que blanquee y esté bien montada.
Agregar los huevos de uno en uno a la mezcla batiendo a baja velocidad. No añadiremos el siguiente huevo hasta que la masa haya absorbido el anterior.
Añadir la mezcla de ingredientes secos en tres veces alternando con la leche. Comenzamos con los secos y terminamos con los secos.
Verter la masa en el molde de cake previamente encamisado y colocar las peras hundiéndolas en la masa.
Hornear en horno precalentado a 180 grados unos 60 minutos.
Dejar templar 10 minutos sobre una rejilla antes de desmoldarlo y dejarlo enfriar completamente.
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Me encanta la receta, pero aún más tu escrito sobre el barroco...todo un poema ese bodegón.
Eres el mejor amigo mio !